Autenticidad de la moda mexicana 

¿Para quién viste el diseño mexicano hoy? Entre manifiesto y usabilidad cotidiana, traemos una lectura para pensar consumo, identidad y ciudad traducido a estilo propio

¿Mexicanos “poco influenciables”? La pregunta incómoda 

La narrativa romántica dice que en México cada quien “se viste como es” y poco le mueven las modas. La realidad es más compleja: convivimos con un mercado de apparel que crece sostenidamente, con fast-fashion hiperpresente y con una economía de segunda mano que explota.  

Todo eso influye, aunque luego lo “mexicanicemos” con códigos locales (tendencias, tianguis, subculturas). El punto no es negar la influencia, sino entender cómo la traducimos: apropiación creativa más que copia literal y lo difícil que es encapsular el estilo de los mexicanos en uno solo. Si afirmamos “somos poco influenciables”, ¿no estamos invisibilizando el papel del algoritmo, del precio, del trayecto diario y de la disponibilidad real de las prendas? Hablemos de varios puntos que influencian la respuesta a esta pregunta.  

Diversidad radical: del emo que creció con su fleco a la persona que cambia cada temporada 

En México hay quienes llevan 10–15 años fieles a una estética (emos, punks, darks, rockeros, skaters, y2k, cholombianos) y quienes mutan por temporada. La lealtad subcultural no es capricho: da comunidad, guión estético y pertenencia. Recordemos que la “guerra emos vs punks” del 2008 evidenció que los códigos de vestir son también política del cuerpo: identidad defendida a capa y sombra (y, lamentablemente, en ese caso fue con violencia). Persisten justamente porque significan lo suficiente para cada una de las personas que se representan en estos mismos. 

Devolvámonos a un acontecimiento histórico antes de que la moda tuviese un nombre con alguna fórmula de “algo-core”. La constancia no siempre es “autenticidad pura”; a veces es refugio, capital simbólico, agencia o simple gusto—y todo eso también es válido. 

El caso María Bottle: cuando el estilo “raro” funciona como espejo 

La relación de amor y odio que muchos mexicanos le tienen a María Bottle es de estudiarse; una influencer de moda y arte que al llevar sus combinaciones de outfits que rompen el “buen gusto” mainstream, ha experimentado un empoderamiento con un manifiesto de “Yo uso lo que se me da la chingad* gana” o a partir de su audio viral: “Soy mexicana, güey, te part* tu madr*”. 

Las críticas virales a sus looks en Instagram y TikTok muestran qué normas sociales están activas y quién tiene permiso de romperlas. Pero también revelan otra cosa: defender un estilo es, a veces, aguantar el ring público y es un acto de valentía (y sí, también capitaliza la atención y así se gana una audiencia leal a la vez). Aguas con romantizar la valentía individual: sin plataformas que legitimen (medios, marcas, comunidades), la exposición puede volverse castigo, no todxs somos influencers patrocinados por Miu Miu o Gucci.

Moda comercial y lo que realmente se ve en la calle 

La verdad, no a todo el mundo le alcanza para cumplir las expectativas de un estilo o de “aesthetic” de la moda. La mayoría se viste para moverse: trayectos largos, clima, trabajo y presupuesto pesan más que el moodboard de Pinterest.  

De ahí el éxito de la moda atemporal basada en básicos cómodos, tenis multiuso, mochilas resistentes, capas que aguantan microclimas urbanos… y tiendas/marketplaces que resuelven rápido (incluida fast-fashion y e-commerce). SHEIN o Temu, por ejemplo, han doblado su apuesta local; a la par, la segunda mano—tianguis, “paca”, apps o Facebook Marketplace—crece por precio y sostenibilidad. Es la economía del trayecto encontrándose con la economía circular

 

¿Para quién diseñan lxs diseñadores mexicanos contemporáneos? 

 No hay una sola respuesta—y ahí está lo rico. 

  • Carla Fernández: lujo ético, colaboración con artesanxs, manifiesto de moda como resistencia. Piezas que pueden ser usables y a la vez dan posicionamiento cultural.  

  • Sánchez-Kane: moda-performance, género fluido, estética conceptual… y, al mismo tiempo, prendas pensadas para el cuerpo real (sus “airplane pants” nacen de la comodidad de viajar). 

Fuente: Hypebeast 

  • Barragán: lenguaje artístico con proyección global en ready-to-wear; piezas que “declaran” sin dejar de ser ropa.  

Fuente: Vogue

  • Yakampot: códigos tradicionales interpretados en siluetas contemporáneas para uso cotidiano; identidad como usabilidad.  

Fuente: MEXICOUTURE 

  • Liberal Youth Ministry: puente entre street y alta circulación global; streetwear mexicano con alcance Dover Street Market y celebs—editorial y calle.  

Fuente:  LYM Web 

¿Ven? La dicotomía “editorial vs. para diario” se cae: lo que cambia es precio, distribución y contexto de uso. ¿Cómo bajamos lenguaje editorial a cápsulas accesibles sin traicionar el statement de la marca o lxs diseñadores? Ese es el verdadero reto: que las personas que pueden compran diseño nacional, y las que no, seguirán optando por la opción comercial, según su bolsillo.  

Defender el estilo propio (y tus contradicciones) 

 Autenticidad no es fijarte un uniforme para siempre ni seguir cada microtendencia. Es ponerle intención a cómo consumes y cómo traduces lo que te llega: tu contexto, red cultural, la comunidad en la que convives, presupuesto, memoria y deseo.  

✶ Defender tu estilo propio implica también revisar tus sesgos (de clase, de género, de “buen gusto”) y aceptar que cambiar o no cambiar de piel, también puede ser auténtico. ✶ 

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