Neoperreo #bienmexa

Cuando el reggaetón se vuelve micro–universo 

Hay una escena que se repite en todo México: luces bajas, bocinas tronando, generaciones que no pasan de los 30, outfits que mezclan Y2K con mercado sobre ruedas, uñas kilométricas y celulares grabando todo. Lo que suena ya no es solo el dembow clásico: son beats alternativos, letras queer, bases oscuras, autotune y barras llenas de jerga bien mexa. 

Del perreo clásico al neoperreo: cuando el género se hackea 

 El neoperreo como tal no nació aquí. Surge en la segunda mitad de los 2010s como una mutación del reggaetón entre Latinoamérica y España, con figuras como Tomasa del Real (Chile) y Ms Nina (Argentina/España), que empiezan a combinar reggaetón con hyperpop, electrónica oscura y todo el vocabulario visual de internet: glitter, filtros, estética net art, exceso y memes.  

Más que un “nuevo género” con reglas claras, el neoperreo se comporta como una actitud: apropiarse del perreo desde cuerpos y voces que históricamente habían sido marginales en el género. Muchas de estas escenas se han construido desde mujeres, personas queer y disidencias que usan el beat del reggaetón para hablar de deseo, autonomía y placer desde otras miradas, recuperando un lado callejero y corporal que el reggaetón pop había ido puliendo para entrar a los charts globales.   

Ahí está la primera tensión con la que tenemos que lidiar: el reggaetón ya no es “solo” la banda sonora del mainstream latino, también es un laboratorio underground donde se experimenta con feminismos, identidades raras y nuevas formas de hacer comunidad. Y México se ha vuelto uno de los lugares clave para ese laboratorio. 

México y el reggaetón mexa: de los memes a Coachella 

Mientras el neoperreo consolidaba su identidad en el circuito global, en México otra cosa iba tomando forma: el reggaetón mexa. Plataformas como Spotify ya lo nombran como tal y hablan de una “tercera ola” de reggaetón hecho desde aquí, con artistas que mezclan dembow con jerga de barrio, humor, memes y referencias hiperlocales.  

 Bellakath, por ejemplo, pasó de ser tema de conversación en redes a volverse una de las artistas más escuchadas del género en el país; su tema “Gatita” se posicionó como una de las canciones de reggaetón mexa más reproducidas en la plataforma. Yeri Mua llegó desde otro lugar: influencer de belleza veracruzana que convirtió su comunidad digital en audiencia musical, con tracks como “Brattiputy” o “Línea del perreo” que mezclan estética Y2K, discurso de empoderamiento femenino y una conexión muy fuerte con la comunidad queer.  

El punto de quiebre simbólico llega con El Malilla: en 2025 se convierte en el primer reggaetonero mexa en tener su propio set en Coachella, cerrando el escenario Sonora y poniendo en alto un reggaetón hecho “desde el barrio para el mundo”, con jerga chilanga, referencias a Valle de Chalco y una narrativa orgullosamente local. Aquí vale la pena cuestionar una idea común: ¿sigue siendo “micro nicho” algo que llena festivales y rompe récords de reproducción? En números ya no lo es, pero en lógica cultural sí: estas escenas funcionan como tribus muy específicas, que crecen desde abajo, conectadas por códigos, chistes internos y formas de vestir que no necesariamente comparten con el reggaetón mainstream. La masividad no borra el nicho: lo multiplica. 

CDMX: capital del perreo raro 

Si miramos el mapa, la Ciudad de México aparece como nodo clave donde se cruzan el neoperreo global y el reggaetón mexa. Desde hace años, la capital ha sido territorio de fiestas y colectivos que empujan el género hacia terrenos más extraños: clubes, fiestas y programas que mezclan reggaetón con club experimental, dembow mutante y electrónica abrasiva dirigidos por DJ’s como Cachirula. 

 En otra esquina del mismo ecosistema están proyectos como Meth Math, trío originario de Hermosillo que se instaló en la capital y que ha convertido el perreo en algo cercano al gótico: beats que parecen sacados de un inframundo de club, letras intensas, estética oscura y guiños al manga, todo envuelto en lo que muchxs han llamado “perreo pop surrealista”. Cada escena está probando otra manera de entender el género: más íntima, más experimental, más ligada a la noche y a la estética que a la radio. 

El norte también perrea: Purple mami perreo desde Chihuahua 

Sería fácil pensar que todo pasa en CDMX, pero el perreo también se está escribiendo desde el norte. Ahí entra Purple mami, artista multidisciplinaria que se define como “Chihuahuóloga” y que está impulsando un reggaetón bien mexa desde Chihuahua, apropiándose del género con acento norteño, identidad fronteriza y un imaginario que no le pide permiso a nadie.  

Purple mami no está sola. El mapa se llena de nombres que aún no están en todos los festivales, pero sí en los playlists más íntimos: artistas que construyen escenas hiperlocales en ciudades “no obvias”, donde cada toquín se siente más como una reunión de familia extendida que como un concierto tradicional. Ahí está el verdadero “nuevo género”: no solo en el sonido, sino en la forma de organizar la lealtad. 

ArtBank x Bankaool

Micro–nichos, macro comunidad: lo que el neoperreo le enseña a la comunidad  

Si algo nos deja este cruce entre reggaetón, neoperreo y reggaetón mexa es una lección que va más allá de la música. Las audiencias jóvenes no están buscando géneros puros, están buscando mundos: lugares donde sus referencias, sus inseguridades, sus cuerpos y su humor tengan sentido. Por eso las escenas parecen fragmentadas, pero sus comunidades son intensamente leales.  

México sigue siendo un lienzo en blanco para estas escenas. El reto —y la oportunidad— está en acompañarlas sin domesticarlas: entender que el perreo puede coexistir con la banca, que una DJ puede ser tan importante como un mural y que una Chihuahuóloga del reggaetón puede contar la historia de su territorio con la misma densidad que un libro de crónica urbana. 

 El neoperreo bien mexa nos recuerda algo fundamental: los géneros musicales pasan de moda, pero las comunidades que los sostienen no. Y ahí es donde vale la pena invertir: en lxs artistas, en sus micro–universos y en las historias que todavía no han terminado de escribir. 

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