De Huixcolotla para el mundo: el arte que da color al aire
En cada fiesta mexicana hay un elemento que parece flotar entre la música, la comida y la alegría: el papel picado. Ligero como el viento, pero cargado de historia, este arte convierte el aire en lienzo y la celebración en galería.
Sus raíces se remontan al México prehispánico, cuando los aztecas creaban banderas y estandartes con papel amatl, hecho de corteza de morera e higuera, para adornar templos, casas y calles durante sus ceremonias. Siglos más tarde, con la llegada del papel de seda —conocido en México como papel de china— los artesanos retomaron esta tradición ancestral y le dieron un nuevo vuelo, transformándola en el arte festivo que hoy reconocemos como símbolo de identidad.
Foto: Amar Preciado
El papel picado nació en San Salvador Huixcolotla, Puebla, un pequeño pueblo que convirtió una técnica humilde en una forma de arte reconocida en todo el mundo. Aquí, entre tijeras, cinceles y moldes de metal, los artesanos cortan con precisión casi quirúrgica figuras que cuentan historias de fe, amor y comunidad.
Cada pieza se elabora a mano, hoja por hoja, y se transmite como herencia viva de generación en generación. Lo que comenzó como una ofrenda para el Día de Muertos o como decoración para las fiestas patronales, hoy se ha convertido en símbolo de la cultura mexicana: una expresión que viaja de los altares a las calles, de los pueblos a los museos, de Huixcolotla al mundo.
Foto vía: Arte México
Más que un ornamento, el papel picado es una metáfora de México: frágil en apariencia, pero fuerte en significado. Un arte que respira color, movimiento y vida.
Y aunque el tiempo cambie, el pulso artesanal permanece intacto. Las manos que cortan el papel siguen marcando el ritmo de nuestras celebraciones, recordándonos que la tradición también puede volar.
Foto: EFE / Hilda Ríos