Danza folklórica: cuando el cuerpo cuenta la historia de un país

En México, la danza no solo se baila: se hereda. Cada zapateado, cada vuelo de falda y cada golpe del tacón sobre la tierra guarda siglos de historia, mezcla de raíces indígenas, africanas y europeas que dieron origen a uno de los legados culturales más vibrantes del mundo: la danza folklórica mexicana.

De los rituales a los escenarios 

Antes de ser espectáculo, la danza fue ceremonia. Los pueblos originarios ya usaban el movimiento para honrar a sus dioses, pedir lluvias o agradecer las cosechas. Con la llegada de los españoles, la fusión cultural dio paso a nuevas formas de expresión: los instrumentos europeos se mezclaron con los ritmos prehispánicos, los trajes adoptaron bordados y encajes, y las historias comenzaron a representarse a través del cuerpo. 

Así, lo que empezó como ritual se transformó en lenguaje: un modo de contar quiénes somos, de dónde venimos y qué seguimos celebrando. 

Diversidad que se baila 

Hablar de la danza folklórica mexicana es hablar de diversidad. Cada región tiene su ritmo, su vestuario, su espíritu: 

  • Jalisco y su Jarabe Tapatío, símbolo del coqueteo y el orgullo nacional, con los charros y las faldas de vuelo infinito. 

Foto: Gobierno de Jalisco

  • Veracruz, donde el son jarocho combina guitarras, zapateado y poesía cantada sobre el fandango. 

  • Yucatán, con su jarana elegante y festiva, reflejo de la herencia maya y colonial. 

  • Guerrero y Michoacán, donde las danzas de los Viejitos y de los Tlacololeros rescatan tradiciones agrícolas y mitos antiguos. 

Foto: La danza de los viejitos - Gobierno de Michoacán

  • Nayarit, Chiapas, Oaxaca y el norte del país, cada uno con coreografías que hablan de su tierra, su fe y su identidad. 

No existe una sola danza mexicana: existen cientos, vivas y únicas, como su gente. 

El arte de vestir el movimiento 

El vestuario en la danza folklórica es tan importante como el paso. 
No solo adorna: narra. 
Los colores, los bordados y los accesorios revelan el origen del baile y la historia de su comunidad. Una falda amplia puede simbolizar el florecimiento del campo; un sombrero, el trabajo del hombre; una cinta en el cabello, la esperanza o el luto. 

Cada prenda es una pieza de arte que, al moverse, se convierte en lienzo vivo. 

Vigencia y orgullo en movimiento 

Lejos de quedar en el pasado, la danza folklórica sigue más viva que nunca. 
Hoy se enseña en escuelas, se presenta en festivales internacionales y se viraliza en redes donde jóvenes y niños bailan al ritmo de sus raíces. En muchos pueblos, sigue marcando el calendario: se baila en fiestas patronales, ferias, bodas o días de independencia. 

También se renueva: nuevos grupos incorporan luces, proyecciones y fusiones contemporáneas sin perder su esencia. Porque el orgullo mexicano, como la danza, evoluciona, pero nunca se borra. 

Un latido compartido 

En cada grupo de danza hay algo más que técnica: hay comunidad. 
Las generaciones se unen para mantener vivas las coreografías, los bordados y los cantos. Es un arte colectivo, donde cada paso se hereda y se transforma. 

Foto: Darah Hubbard

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