GROENEWOLD: UNA CALAVERA CON ALMA
Firmar con el apellido es una declaración.
Para Mauricio Groenewold Glz., firmar simplemente como Groenewold es una forma de agradecer. Un homenaje silencioso a su familia y a la historia que lo formó. Cada trazo lleva su apellido, pero también su memoria, su identidad, su amor por quienes vinieron antes.
Desde niño, el dibujo fue un refugio. Copiaba lo que estaba de moda, lo que veía a su alrededor, lo que le hablaba desde la pantalla o la calle. Hoy, sus referentes son múltiples y diversos: artistas de todas las edades, técnicas y formatos. Pero la brújula emocional sigue siendo la misma: dibujar lo que siente.
“Un corazón que ama no ve lo mismo que uno que guarda rencor. Si enamorado veo una flor, suspiro por su belleza; pero si la veo con rencor, intentaré destrozarla.”
En el centro de su obra aparece una figura constante: una calavera. No como ícono de muerte, sino como personaje principal de su universo emocional. Es su alter ego gráfico, un espejo de cómo se siente, una forma de narrarse desde la piel hacia dentro.
Aunque el arte digital lo sedujo profundamente —gracias al iPad Pro y a la inmediatez creativa de Procreate—, nunca ha abandonado lo análogo. Volver al papel es, para él, un ejercicio vital. Los sketchbooks son diario, laboratorio y archivo. Son donde se ve crecer, tropezar, explorar.
Su estilo es kitsch. Quiso ser un artista fotorealista, pero decidió que no valía la pena desperdiciar su tiempo en perfecciones que no decían nada. Prefiere la línea rugosa, los cuerpos grotescos, la estética vibrante de la cartonería mexicana. Ahí encontró libertad. Ahí pulió sus calaveras.
Su imaginario se alimenta de un linaje visual poderoso: Diego Rivera, Guadalupe Posada, O’Gorman, Frida Kahlo, Carlos Obregón Santacilia, Jesús Benítez, Shepard Fairey, Mazatl, Pilar Cárdenas, Eva Bracamontes… Y así, hasta formar una constelación de influencias que cruzan tiempo, técnica y territorio.
“Somos una cultura originaria y exageradamente rica en tradiciones y costumbres. Todo mexicano debe sentirse orgulloso de poder crear, porque desde generaciones atrás traemos la sangre de nuestra nación para hacer arte de muchas formas.”
Su visión del arte no es individualista. Es una forma de tender puentes, de provocar introspección. Porque para él, lo que ves en su obra no depende de él, sino de ti:
Esta pieza la hice ahora que fue el día de la bicicleta, no podía faltar mi diablo como personaje principal montado en su bicicleta cocodrilo pegándole duro hasta llegar al Mictlán.
Y así, entre líneas, calaveras, influencias y emociones, Groenewold nos recuerda que el arte no siempre está en lo que se ve… sino en cómo se mira.
Puedes encontrarlo en instagram como @groenewold_m