Iza Mar: cocina imágenes con alma mexicana
Iza Mar no solo fotografía comida: fotografía historias, territorios, memorias y manos.
Su obra se mueve en ese punto exacto donde la gastronomía deja de ser un plato y se convierte en cultura. En cada toma, ella revela lo que sostiene a la cocina mexicana: el gesto, la técnica, la paciencia, el afecto y la herencia que viven detrás de cada preparación.
Especializada en fotografía culinaria y gastronomía cultural, Iza transita con una naturalidad única entre dos mundos que parecen opuestos pero conviven perfectamente: la alta cocina y la cocina tradicional. Lo sofisticado y lo ancestral. La mesa impecable y el fogón vivo. Para ella, ambos merecen la misma atención y el mismo respeto, porque ambos cuentan quiénes somos.
Su mirada es profundamente humana. Iza no se queda en el plato final: entra en la cocina, se acerca al proceso y captura lo que casi nadie ve. Las manos que amasan y transmiten generaciones.
El vapor que sube y envuelve.
El aceite brillando en el momento exacto.
La textura cruda antes de transformarse.
La chef que respira hondo antes de emplatar.
Eso es lo que hace que su fotografía tenga alma. Iza entiende que la cocina es movimiento, caos hermoso, ritmo, comunidad, ritual. Y su cámara abraza todo eso sin intervenir, sin adornar de más, dejando que la verdad de cada proceso hable sola.
Lo más fascinante de su trabajo es cómo logra unir mundos: puede fotografiar un menú de autor con una estética editorial exquisita y, al día siguiente, retratar a una cocinera tradicional en su cocina de barro, iluminada apenas por la luz natural. Y en ambas imágenes se siente lo mismo: honestidad, respeto y una profunda conexión con México.
Sus fotos no venden comida: cuentan identidad.
No buscan antojar: buscan sentir.
No muestran perfección: muestran vida.
Iza Mar ha construido un lenguaje visual en el que la gastronomía mexicana aparece compleja, rica, íntima y contemporánea. Un lenguaje que reconoce lo valioso en cada ingrediente, en cada técnica, en cada ritual culinario.
Porque para ella, fotografiar comida es fotografiar identidad.
Y por eso sus imágenes alimentan tanto como los platos que retrata.