Nostalgia a la mexicana: ¿qué rescatamos de verdad?
Un pequeño ensayo sobre la tendencia de la “nowstalgia” y un paseo de momentos icónicos en las décadas del país.
Rescatando el lenguaje de cuatro generaciones
La nostalgia en México no es un filtro vintage: es una bóveda viva. Se activa cuando una villana de telenovela nos mira desde el recuerdo ochentero, cuando un riff noventero vuelve a sonar en una tocada, cuando un beat fronterizo de los dosmiles reaparece en un set, cuando un meme de las dieces reescribe la vieja telenovela para el tiempo del scroll infinito. Pero si la abrimos con calma, la bóveda también guarda polvo: símbolos planos, repetidos hasta vaciarse, y una industria creativa que a veces confunde “cita” con “cliché”.
Este texto no busca condenar ni romantizar la nostalgia de esas memorias. Pregunta qué de todo eso merece ser rescatado hoy, con pruebas de vida cultural y con responsabilidad hacia las comunidades que lo sostuvieron.
Los 80: el melodrama como arquitectura social
Los ochenta fueron televisión total. Las tramas diarias suspendían el tiempo de la ciudad y entrenaban a una audiencia en una gramática del drama: conflicto nítido, exageración elegante, símbolos reconocibles. En paralelo, el rock en español tendía puentes y un neo-mexicanismo pictórico remezclaba iconos populares con gesto posmoderno.
¿Qué vale rescatar? No la caricatura de pelucas y hombreras; sí la “arquitectura del melodrama”: su capacidad para convertir lo íntimo en público, para darles a los barrios una escena, para que las pasiones tengan una forma. Esa forma sigue siendo útil si se aplica a problemas de hoy: vivienda, duelo, desigualdad, migración.
Video: Cuna de Lobos (1984/1986)
Los 90: globalización con acento propio
Con MTV Latino y festivales que consolidaron la escena, los noventa enseñaron edición, ritmo, síntesis visual. No se trató solo de consumir lo global, sino de traducirlo a código local: la estética pachuco, el danzón, el mestizaje urbano, la contracultura que se volvía portada. ¿Qué rescatamos? La ética del puente: saber que un videoclip puede ser una maqueta de ciudad, que un escenario puede diseñar ciudadanía, que la calle y la pantalla no compiten, se complementan. Y también rescatamos la sospecha: la globalización tuvo costos. La traducción cultural es un oficio que requiere créditos, reciprocidades, continuidad—si no, deriva en souvenir.
Video: Ingrata - Café Tacvba (1994)
Los 2000: frontera-glitch, pop masivo y duelo social
A inicios de milenio, el pop televisivo estandarizó la economía del fan (merch, giras, coreografías, estilismos). En la frontera, la electrónica dialogó con banda y norteño, generando una gramática sonora/visual de acentos rotos, texturas digitales y trompetas pixeladas: una poética de Tijuana que es metáfora de tantas orillas mexicanas. A la vez, el arte se volvió testigo de la violencia: materialidades del duelo, rituales mínimos, ciudad en exilio. ¿Qué rescatamos? De la frontera, la composición híbrida. Del pop, la ingeniería de comunidad (no solo fandom: pertenencia). Del arte del duelo, una ética de espesor: no estetizar el dolor, sino hospitalidad simbólica para nombrarlo sin explotarlo.
Video: OV7 - Shabadabadaba (2000)
Los 2010: muralismo expandido, streaming y meme-crítica
La década pasada convirtió muros en cuadernos de barrio: máscaras, fauna, símbolos populares reescritos a gran formato; un muralismo que conversa con festivales, con urbanismo táctico, con pedagogías informales al aire libre. En paralelo, el streaming remezcló la telenovela en clave de binge, ironía y meme. Aquí el rescate es doble: pedagogía visual y alfabetización cómica.
El mural como escuela temporaria, y el meme como glosa crítica de lo que vemos; juntos son un método para leer el presente. La pregunta es cómo devolver infraestructura a los territorios que inspiran esas imágenes: muros, talleres, becas, programas. La nostalgia no es gratuita; tiene costos de mantenimiento.
Mural por: @sachcrew
Dudas incómodas (para no autoengañarnos)
¿Estamos enamorados de la superficie? A veces confundimos “rescate” con sampleo estético. ¿Cuándo fue la última vez que financiaste el taller que sostiene el ícono que posteas?
¿No estaremos CDMX-centrados? Tijuana, Juárez, Oaxaca, Monterrey, Mérida, Saltillo: cada una tiene un alfabeto propio. Rescatar exige viajar, escuchar, traducir con paciencia.
¿Y si la nostalgia nos protege del presente? Volver a los 80/90/00/10 no debe ser escapismo: debería ser una manera de encontrar herramientas para nombrar lo que hoy no sabemos decir.
¿Qué merece volver o rescatarse?
Del melodrama ochentero, su capacidad de encuadrar afectos; de los noventa, el oficio de traducir con acento local; de los dosmiles, la valentía de hibridar sin pedir permiso y la seriedad frente al duelo; de los dieces, la escuela del muro y la inteligencia del meme para pensar en voz alta.
Lo demás—las superficies que no sostienen comunidad—puede quedarse en el archivo, visitable, sí, pero sin pretensión de brújula. México es un lienzo en blanco, pero también un taller en obra. Si de verdad vamos a rescatar, que se note en los muros, en la calle, en la mesa de quienes crean hoy bajo inspiración de sus antepasados.